La vida de los pequeños se hace cada vez más compleja. Lamentablemente, en la actualidad no basta con ser un niño, los padres anhelan un “Súperniño”, alguien fuera de serie, aventajado, sobresaliente, sencillamente excelso. Un infante que domine la academia, los deportes, y las artes con presteza y audacia. Lo más alarmante es que no se trata de progenitores abnegados que desean lo mejor para sus hijos, se trata de Padres Hipercríticos y Exigentes que imponen estándares inalcanzables y prácticamente sacrifican la infancia de sus descendientes.
Dichos representantes no se conforman con nada. Están tan empecinados en que sus niños sean perfectos e intachables que se adueñan de sus vidas y de sus sueños. Se caracterizan por exigir de forma desmedida, y descalificar a los pequeños. Tienden a criticar excesivamente, desmereciendo lo positivo, y maximizando lo negativo. Hasta ahora, se ha comprobado que los Padres Hipercríticos y Exigentes generan efectos negativos en sus hijos, tales como: Baja Autoestima, Estrés, Falta de Autonomía, Inseguridad Emocional, Ansiedad, Depresión, Déficit en las Competencias Sociales, entre otros.
Estilo parental rígido. Estos padres suelen ser dominantes, severos, y rígidos con las normas y la disciplina. A diario, hacen uso de regímenes inflexibles de castigo y dan órdenes explícitas a fin de imponer su voluntad y mantener el control sobre sus hijos. Son especialmente estrictos en cuanto a: 1) El rendimiento académico, 2) La pertinencia de las actividades recreativas, y, 3) La conveniencia de las relaciones amicales. Cuando sus descendientes cometen equivocaciones se muestran intolerantes y hostiles, ignorando las necesidades afectivas de los mismos.
Exceso de Presión. Los padres hipercríticos y exigentes pretenden que, desde muy temprana edad sus hijos adquieran innumerables destrezas y habilidades con el propósito de que sean sobresalientes, competitivos, en otras palabras, “prodigios en acción”. Dichos adultos secuestran la infancia de sus hijos, acelerando los procesos y los aprendizajes significativos propios de su edad. Hasta ahora, los puericultores han demostrado que la sobreexigencia en la mayoría de menores suele ser contraproducente, ya que afecta el bienestar físico y mental. Y es que todo niño debe tener el tiempo, el apoyo, y la suficiente libertad para explorar y entender (en sus propios términos) el mundo que le rodea.
Hipervigilantes. Los padres hipercríticos y exigentes no conocen límites, creen que siendo vigilantes extremos podrán evitar que los menores se comporten de forma inadecuada, tomen malas decisiones, o, que cometan equivocaciones. Estos se caracterizan por seguir constantemente los pasos de sus hijos, intervenir en sus decisiones, e involucrarse de manera obsesiva. Los progenitores exigentes procuran hipervigilar y detectar hasta el más mínimo desliz del niño, a fin de dar pie a innumerables críticas. En definitiva, son invasivos y controladores; Evidentemente la vigilancia parental es un componente indispensable en la sana crianza de un niño, la complicación surge cuando los adultos se exceden, e intentan ejercer un control malsano sobre la vida del pequeño.
Altas Expectativas. Los progenitores exigentes tienen estándares de rendimiento muy altos para sus hijos. Con frecuencia demandan resultados notorios en el desempeño escolar (lectura, escritura, cálculo, memorización), las habilidades artísticas (educación estética, desarrollo sensible), y, las prácticas deportivas. Obviamente los padres deben motivar a sus niños a que den lo mejor de sí en todos sus quehaceres, el problema se presenta cuando las expectativas de los adultos son extremadamente elevadas y sobrepasan las capacidades y los recursos de afrontamiento de los más pequeños. Al pretender que los niños cumplan con tareas inadecuadas para su edad y su nivel de psicoemocional, los adultos sobregiran y frustran al menor.
Desmerecedores de logros. Estos progenitores juzgan con excesiva dureza y tienden a menospreciar y descalificar las metas alcanzadas por sus hijos. Aunque el niño haya sobresalido en una tarea asignada, el padre hipercrítico y exigente no es capaz de apreciar, o reconocer los logros de su propia descendencia. Por el contrario, lo más probable es que se empeñe en aminorar y desvalorizar tanto el rendimiento del niño, como el resultado obtenido. Es de agregar que los adultos hipercríticos comparan a sus hijos con los demás menores. Usualmente, exaltan los dones y las destrezas de los otros, promoviendo así una competitividad dañina.
Proyectivos. Ocurre que muchos padres hipercríticos y exigentes proyectan en sus hijos sus propias pasiones, aficiones, y frustraciones. Dichos representantes crían al infante a su imagen y semejanza, intentando formar una copia de sí mismos. De cierto modo, son adultos que buscan tener una segunda oportunidad a través de sus niños. Por ejemplo, si el padre tiene el deseo insatisfecho de ser un artista, obligará a su hijo a que alcance dicho objetivo. Por esto, lo someterá a innumerables cursos y rutinas de canto, danza y actuación. De este modo, el progenitor excesivamente exigente anulará la personalidad y la verdadera naturaleza del menor. Cuando lo más sano y recomendable es que el niño descubra sus propios intereses, y siga su vocación auténtica.
Chantajistas. Estos representantes chantajean a sus hijos para satisfacer sus propios anhelos. Psicólogos y psicoterapeutas llegan a la conclusión que los padres demasiado exigentes presionan, coaccionan, amenazan, castigan, e incluso, se victimizan con el propósito de que el niño cumpla obedientemente sus deseos y pretensiones. Usualmente manipulan a los más pequeños haciendo uso de expresiones, tales como: “Si no triunfas, seré un padre desdichado”, “Me siento orgulloso cuando haces lo que digo”, “Se agradecido, siempre hago sacrificios por ti”, “Hijo, si me amas verdaderamente cumplirás mis órdenes”, “Si estudias la misma carrera que yo, ambos seremos felices”, entre otros.
Imposibles de satisfacer. Sucede que el padre hipercrítico suele tener una percepción sesgada de la realidad en la que subestima e invalida los aspectos positivos de su hijo. Lógicamente, si un representante se dedica de manera exclusiva a sobrestimar las fallas y las carencias de su descendencia, esto le generará una profunda insatisfacción. Por ejemplo, si el niño obtiene alto rendimiento en la “mayoría” de sus materias escolares, pero no en todas, el adulto exigente experimentará gran decepción y frustración. Aquel desempeño le parecerá insuficiente, soso, inaceptable. En este sentido, los padres hipercríticos suelen ser imposibles de satisfacer ya que constantemente plantean expectativas muy elevadas y siempre anhelan resultados perfectos.
Entre las principales repercusiones negativas o desfavorables de un estilo parental inadaptado se encuentran:
Recientes estudios psicológicos demuestran que los representantes excesivamente críticos y exigentes tienden a distorsionar la imagen y la propia valía de sus niños. Dicho estilo parental afecta seriamente la forma en que el menor se percibe y se siente, ocasionando: complejos de inferioridad, desconfianza, sensación de fracaso e inutilidad, vulnerabilidad extrema, dependencia enfermiza, dificultades en las relaciones sociales, entre otros.
En este sentido, el concepto que el niño desarrolla de sí mismo está determinado por las experiencias e interacciones que vive durante los primeros años. Así, la influencia de los padres y los contactos iniciales incidirán de forma decisiva en el carácter y en la propia identidad del infante. Si el menor interioriza una valoración positiva de las personas a su alrededor, en especial, de sus representantes, éste desarrollará una alta autoestima, y, se percibirá a sí mismo como un niño merecedor de atenciones, amor y cuidados. Contrariamente si el menor interioriza un estilo parental hipercrítico y exigente tenderá a percibirse como alguien indigno, vergonzoso, e incluso difícil de tolerar. Derivado todo esto de la sobreexigencia del cuidador primario, el maltrato psicológico, el chantaje emocional, y, las descalificaciones constantes que serán factores determinantes en la baja autoestima del menor.
Numerosas investigaciones longitudinales sostienen que las demandas parentales excesivas y complejas constituyen fuentes potenciales de estrés infantil. Los niños se ven seriamente presionados porque las exigencias y los retos que imponen sus padres exceden sus capacidades, competencias sociales, y sus recursos de afrontamiento. Entre los principales estresores relacionados al estilo parental hipercrítico y exigente se encuentran: a) Crítica incisiva y continua, b) Violencia emocional, c) Actitud invasiva, d) Estilo educativo autoritario y controlador, e) Expectativas elevadas o irrealizables, f) Tendencia a culpabilizar a los pequeños, g) Intimidación y desvalorización, h) Carencia de empatía, i) Insuficiencia de atenciones y de gestos afectivos.
Cuando los padres hipercríticos y exigentes sobregiran o colapsan a sus hijos, éstos suelen verse afectados a nivel cognitivo y fisiológico. En el aspecto cognitivo, los niños estresados pueden presentar: pensamientos negativos acerca de sí mismos (autoconcepto e identidad personal), problemas para memorizar y concentrarse, sentimientos de insatisfacción e impotencia, cambios repentinos de los estados ánimo (emotividad intensa), entre otros. En cuanto a los aspectos fisiológicos, los niños pueden padecer de: Insomnio, rigidez muscular, contracturas, extenuación, sudoración excesiva, temblores involuntarios, calambres, sequedad de boca, fatiga, cefalea, problemas gastrointestinales, o, patologías inmunológicas.
Los niños criticados de manera insidiosa y continua llegan a desesperanzarse y a experimentar estados depresivos considerables. Sin embargo, cuando los signos cognitivos y conductuales de este trastorno psicopatológico se manifiestan, muchos padres exigentes tienden a desestimarlos, y piensan que se trata de una pataleta ocasional, una tristeza pasajera, o, simplemente debilidad de carácter. De acuerdo a estudios empíricos, cualquier infante que deba enfrentarse a Padres hipercríticos y exigentes vivirá un desgaste emocional y físico que repercutirá de forma negativa en su salud mental. Entre las consecuencias de la Depresión Infantil se encuentran: a) Sensación persistente de abatimiento emocional, b) Abandono personal, c) Desinterés por preferencias, pasiones y aficiones, d) Comportamientos evasivos, e) Autocastigos, f) Sensación de fracaso, culpa, e inutilidad, g) Desconfianza de las propias destrezas y facultades , h) Desmejoramiento en las actividades motoras, cognitivas, intelectuales, sociales, i) Sentimientos negativos como: desconsuelo, angustia, frustración, ira, desánimo, tristeza, desesperanza, apatía, irritabilidad, rabia. En casos severos, el menor puede presentar tendencias suicidas.
Muchos padres piensan que cuando se habla de la autonomía de sus niños, se trata de un asunto que deberán atender en el futuro, cuando lleguen a cumplir la mayoría de edad. No obstante, eso dista de ser cierto. Desde los primeros años, los representantes deben apoyar a los menores para que ganen conciencia de sí mismos, y que adquieran responsabilidades acerca de sus decisiones y comportamientos (de acuerdo a su edad). Sucede que los Padres hipercríticos y exigentes no fomentan la autonomía de sus hijos debido a que pretenden intervenir y controlar cada aspecto de sus vidas. Lejos de animarlos y prepararlos para que estén en capacidad de afrontar los retos diarios, se valen de la exigencia excesiva, la manipulación, y la crítica destructiva para conseguir actitudes sumisas, resignadas, y de ciega obediencia. Estos progenitores tienden a desestimar y limitar las propias iniciativas del infante, sus intereses, preferencias, e incluso, su punto de vista. De este modo, procuran dirigir rígidamente los hábitos de sus pequeños, en vez de educarlos para que sepan valerse por sí mismos.
Psicólogos y terapeutas coinciden en que los padres hipercríticos y exigentes afectan profundamente la autonomía de los niños ya que les privan de los estímulos, y la orientación necesaria para que aprendan de manera sistemática habilidades indispensables, como: el control de impulsos, la interacción social, el razonamiento, la asertividad, e incluso, la supervivencia.
Entre las principales consecuencias que genera de la Falta de Autonomía en los hijos se encuentran:
Estudios recientes han demostrado que los niños sometidos a regímenes parentales desbordantes experimentan un estado de ansiedad persistente, e implacable. En este sentido, los infantes sobreexcedidos por sus representantes tienden a desarrollar pensamientos “catastróficos reverberantes”, los cuales consisten en una serie de creencias negativas, irracionales, y exageradas que afectan profundamente su percepción de la realidad. De este modo, cuando el menor internaliza cualquier circunstancia o condición se centra exclusivamente en los aspectos adversos y dramáticos de la misma, es tal la fijación en lo negativo, que el niño experimenta temor profundo y angustia.
Los hijos de padres muy críticos y exigentes se sienten excesivamente ansiosos y preocupados ya que desean satisfacer las innumerables y complejas pretensiones de sus cuidadores primarios. Usualmente, el infante que padece este trastorno presupone que sus representantes tendrán una reacción catastrófica ante su desempeño, en otras palabras, el pequeño anticipa que siempre ocurrirá lo peor de lo peor. Dicha expectativa se refuerza y se mantiene debido al intrusismo y a la demanda desmedida de los progenitores hipercríticos, quienes constantemente tienden a: condenar, amenazar, vilipendiar, amedrentar, comparar, discriminar, y devaluar a sus descendientes.
Los hijos de esta tipologia de padres que padecen de este trastorno tienden a: a) Preocuparse de forma excesiva, b) Generar pensamientos negativos y rumiaciones, c) Experimentar sensaciones de agobio y desasosiego, d) Desconcentrase (Problemas de atención y de retención de información), e) Inquietarse ante cualquier orden parental, f) Maximizar irracionalmente las amenazas potenciales. En gran cantidad de casos los menores asumen conductas de evitación y de retraimiento como mecanismo de defensa, esto, resulta bastante perjudicial para su desarrollo ya que pierden importantes aprendizajes y oportunidades de crecimiento.
Cuando los niños son privados de interacciones familiares positivas, proteccionistas, y cariñosas suelen presentar problemas en la formación de su confianza personal. Lo más probable es que se menosprecien a sí mismos, y que se perciban como niños inferiores, e insignificantes. En este sentido, los hijos de padres hipercríticos y exigentes presentan las siguientes manifestaciones de Inseguridad:
Psicoterapeutas y psicólogos confirman que el estilo parental hipercrítico desmejora profundamente las Competencias Sociales de los niños, quienes se conectan a su entorno a partir de la interacción que han tenido con sus progenitores y del modelado que han recibido en su hogar. De este modo, un niño sometido a demandas irracionales, críticas patológicas, y estándares perfeccionistas tendrá notables problemas en su forma de relacionarse con sus compañeros, amigos y personas adultas. A continuación, se describen las principales consecuencias que experimentan los hijos de padres critico-exigentes en cuanto a los déficits de competencias sociales:
Terapia de Interacción Padres- Hijos (Adaptación para el mejoramiento del rol parental)
Recientes investigaciones psicológicas han confirmado que la Terapia de Interacción no sólo resulta eficaz en el tratamiento de infantes con comportamientos disruptivos, sino que también se puede adaptar al contexto familiar, parental, e incluso al escolar. Al respecto, la mayoría de psicoterapeutas consideran que la Terapia de Interacción es una de las orientaciones más adecuadas para el mejoramiento de las relaciones entre Padres hipercríticos y sus hijos. Entre sus principales objetivos se encuentran: a) Desarrollar un estilo parental asertivo y democrático que contribuya al desarrollo integral de los niños; b) Fortalecer las competencias sociales y el comportamiento empático de los cuidadores primarios; c) Modificar progresivamente los pensamientos irracionales relacionados a la perfección de los hijos; d) Adecuar las exigencias y las demandas de acuerdo a la edad y la capacidad del menor, e) Enseñar a los representantes a reconocer las cualidades del pequeño (Atención selectiva),f) Regular la actitud hipercrítica y quejosa; g) En definitiva, establecer una relación saludable, respetuosa, funcional, cálida, y beneficiosa entre el progenitor y su hijo. Es de señalar que la Terapia de Interacción se debe realizar entre quince a veinte sesiones.
Etapa 1. Para comenzar el terapeuta realiza consultas de valoración psicosocial con la finalidad de conocer en profundidad el estilo parental y la condición general de la familia. Durante esta etapa se evalúan: a) Los comportamientos desadaptativos de hipercrítica y exigencia, b) El índice de estrés parental, c) El nivel de disfuncionalidad en la relación paterno – filial, y, d) Los daños psicológicos causados a los hijos.
Etapa 2. El psicólogo informa y educa acerca de la condición desadaptativa de los padres demasiado exigentes, explicando la posible casuística, los factores de riesgo, y las graves consecuencias que genera este estilo de crianza. Además, describe el tratamiento, y se fijan los objetivos terapéuticos.
Etapa 3. Se da inicio a las sesiones de asesoramiento. Para esta intervención se hace necesario el uso de ciertos recursos técnicos como: espejos unidireccionales, cámaras de video, tabletas, auriculares, entre otros. El objetivo es grabar la interacción familiar durante diferentes sesiones de juego a fin de que el especialista monitoree, evalúe y corrija los comportamientos inadecuados en tiempo real. En este sentido, se hace uso de auriculares para mantener una comunicación constante con el representante, y estar en la capacidad de orientarlo de forma oportuna. (Por ejemplo, cuando el progenitor asuma una actitud hipercrítica o una exigencia inadecuada, el experto intervendrá instantáneamente para dirigirlo).
Importantes estudios empíricos confirman que la contemplación en vivo de “juegos tradicionales” entre padres e hijos (Juegos de atención y lógica, Juegos de matemática recreativa, Juegos de conocimientos, Juegos de palabras), resulta de gran utilidad para la comprensión de su dinámica relacional, y la adecuación del trabajo psicoterapéutico que ambos requieren. Es de acotar que el juego favorece la integración padre - hijo, el aprendizaje, la reflexión, la descarga de emociones, entre otros.
En líneas generales, el psicólogo entrenará a los representantes en las siguientes áreas: habilidades sociales, calidez afectiva, autocontrol, establecimiento de límites, atención positiva, sensibilidad y empatía, manejo de estrés, técnicas para la resolución de conflictos asociados a la crianza. Además, se le facilitará información acerca de la influencia de los cuidadores primarios en el desarrollo cognitivo, psicosocial, y emocional del niño.
Etapa 4. En la etapa final de la Terapia de Interacción se establecen lapsos prudenciales de tiempo para dar seguimiento a los progenitores tratados y verificar la efectividad del tratamiento.
De ser necesario tanto el padre como el hijo pueden recibir su propia terapia individual, como procedimiento complementario. A los padres excesivamente críticos y exigentes se les sugiere la terapia de restructuración cognitiva para la superación de creencias irracionales relacionadas con la perfección de su hijo. Por su parte, si el niño ha sido afectado psicológicamente se recomienda que tenga un tratamiento especializado.