Las relaciones tempranas con el recién nacido tienen especial importancia en el desarrollo integral y la constitución fisiológica del mismo. Y es que desde su nacimiento, el niño se ve condicionado por los vínculos, las experiencias, y las enseñanzas que adquiere de su entorno familiar. De este modo, el seno del hogar puede convertirse en un factor de crecimiento y bienestar, o, contrariamente puede convertirse en un factor de retraso y de desviaciones negativas. Actualmente, se ha demostrado que los programas de Estimulación Temprana suministran experiencias significativas que permiten reforzar las potencialidades y habilidades del pequeño.
Al respecto, la Estimulación Temprana comprende acciones y técnicas que contribuyen a la adecuada maduración neurofisiológica del infante. La idea es que los padres proporcionen los estímulos pertinentes para el que el menor aprenda de forma progresiva y sistemática habilidades de supervivencia, interacción, control, razonamiento y autonomía.
Uno de los principales propósitos de las actividades de Estimulación Temprana es contribuir al desarrollo del cerebro por medio de ejercicios inductivos que ponen en marcha progresivamente todos los sentidos desde el embarazo hasta los seis años aproximadamente. Dicha estimulación incluye: acciones de vinculación prenatal (caricias, arrullos), juegos educativos, rutinas de psicomotricidad, experiencias artísticas, métodos de autocontrol, intercambios sociales, entre otros.
Aunque la Estimulación Temprana es ampliamente recomendada para el desarrollo de cualquier infante, diversos estudios han comprobado que tiene importantes beneficios en casos de bebés o niños con déficits motrices, cognitivos o emocionales, problemas neurológicos, o lesiones encefálicas.
Se ha demostrado que los primeros años de vida son fundamentales para la estimulación y el desarrollo del cerebro. La arquitectura básica de este órgano empieza a formarse desde el momento de la concepción y se extiende toda la vida. De modo que, las experiencias positivas y la estimulación temprana favorecerán el desarrollo de una estructura cerebral saludable, indispensable, para controlar las principales funciones del organismo, tales como: la coordinación psicomotriz, las emociones, el aprendizaje, las conductas, el metabolismo, la salud, entre otros.
Aproximadamente a las doce semanas de gestación, el sistema nervioso del feto se encuentra lo suficientemente constituido para manifestar los primeros movimientos o reflejos básicos (pequeñas patadas, ligeros movimientos de brazos). A partir de la semana dieciséis, el desarrollo cerebral permitirá que el sistema visual y el sistema auditivo del feto reaccionen ante estímulos externos como sonidos (música, voces) o, luces. Durante los próximos meses de embarazo se formarán más de 200.000 células cerebrales por minuto, y, proliferarán los circuitos y las conexiones neuronales.
Este proceso resulta crucial ya que de forma progresiva se van conformando las principales funciones del centro nervioso. La ciencia ha demostrado que durante la infancia temprana el cerebro desarrolla más de un 75% de su capacidad total.
Después del nacimiento, las diferentes experiencias sensoriales o emocionales tendrán un impacto decisivo en el modelado y la afinación de las redes neurales del bebé. En especial, durante los tres primeros años de vida, cuando el cerebro se prepara y se capacita para desempeñar innumerables funciones que se prologan en la adultez. Los vínculos afectivos, el trato gentil y considerado, los cuidados y atenciones, el juego, y las actividades de estimulación temprana (lingüísticas, motoras, cognitivas, intelectuales, sociales) resultan esenciales para el desarrollo integral del niño, lo cual, indefectiblemente, incidirá en su vida futura. Expertos psicólogos y pedagogos afirman que las experiencias tempranas repercuten en condiciones básicas, como: agilidad o torpeza, seguridad o temerosidad, extroversión o introversión, del infante.
La madurez neurobiológica y funcional del cerebro es el resultado de un proceso complejo y continuo en el que intervienen: la predisposición genética, las influencias ambientales, la interacción humana, y evidentemente la estimulación temprana del bebé. En este sentido, a medida en que el pequeño esté en contacto con su entorno, y adquiera nuevos aprendizajes y experiencias se modificarán sus conexiones cerebrales permitiendo gradualmente: el reconocimiento de rostros, identificación de voces familiares, el control de conductas, la realización de desplazamientos, la manipulación de objetos, la comunicación verbal, la comunicación gestual, la empatía, el aprendizaje académico, los intercambios sociales, entre otros.
Durante la etapa posnatal, (infancia – adolescencia), la neuroplasticidad constituye un relevante mecanismo en la arquitectura cerebral ya que permite el reajuste anatómico y la reconstitución funcional del sistema nervioso. Se trata de una capacidad adaptativa por medio de la cual se pueden crear o regenerar conexiones neuronales, a fin de sustituir los circuitos deficientes que afectan el funcionamiento del cerebro. La plasticidad cerebral o neuroplasticidad juega un papel fundamental cuando existe una lesión cerebral, o una patología neurológica. Dicha cualidad se vincula a ciertas condiciones, como: la edad (fase de desarrollo específica del niño), la estimulación sensorial recibida, los aprendizajes previos, y, el nivel de disfunción mental.
Diferentes estudios acerca del funcionamiento del cerebro infantil evidencian que la Estimulación Temprana contribuye al desarrollo íntegro del infante. A continuación se exponen los beneficios principales:
Desarrollo Físico: Las actividades de estimulación temprana favorecen el desarrollo óseo y muscular que experimenta el bebé (cambios corporales: peso, altura). Hasta el momento se ha comprobado que la estimulación dinámica puede incidir de forma significativa en el crecimiento.
Al respecto, el desarrollo físico debe ser entendido como un proceso progresivo, en el que están implicados diversos factores como: la predisposición genética, la alimentación y nutrición, el nivel social, y los cuidados y atenciones. Es de agregar que la estimulación física y las prácticas aeróbicas realizadas no sólo favorecen la correcta formación anatómica (madurez y la tonificación del cuerpo), sino que contribuyen a la generación de nuevas neuronas y a la salud del cerebro en general.
Desarrollo Cognitivo: La estimulación precoz favorece los procesos de razonamiento e interpretación que tiene el niño. Con la adecuada orientación el infante podrá interiorizar, procesar, y realizar operaciones mentales con mayor facilidad. Además, al estimular el desarrollo cognitivo se refuerza la maduración de las estructuras y las capacidades mentales relacionadas a: la memoria, la adquisición de conocimientos, el pensamiento (poner atención, seguir instrucciones, percepción, abstracción), e incluso las habilidades creativas.
Desarrollo Psicomotor: La atención oportuna de los aspectos psicomotores ayuda a mejorar el control voluntario del cuerpo, el dominio de los movimientos, y el equilibrio del niño. Al respecto, la estimulación temprana del bebé incidirá positivamente en: a) La motricidad gruesa: encargada del control de las operaciones musculares y del desarrollo de posturas globales (gatear, pararse, caminar); b) La motricidad fina: Vinculada a la prensión, hace referencia a la coordinación de acciones más precisas que generalmente involucran a la musculatura más pequeña del organismo (aplaudir, voltearse, realizar garabatos). Conforme el niño madure y adquiera logros motores ganará independencia, autonomía y se hará más competente en sus interacciones. El desarrollo psicomotor además dependerá de la condición esquelética, y de la madurez neuromuscular.
Desarrollo del Lenguaje: La intervención del adulto resulta de vital importancia para el desarrollo del lenguaje del niño. De hecho, las primeras palabras que dice un pequeño son el resultado de la interacción que ha tenido con sus padres y de los procesos de imitación de patrones auditivos. Dichos sonidos iniciales estarán orientados a solucionar las dificultades o satisfacer las necesidades básicas del menor. Según numerosas investigaciones acerca de la atención temprana, el suministro de estímulos oportunos y apropiados contribuye al surgimiento del lenguaje, como por ejemplo, un ambiente lingüísticamente rico, probablemente genere una predisposición positiva al proceso de comunicación. En general, la estimulación temprana por medio de ejercicios de lenguaje, feedback correctivo, o juegos sonoros (Juegos de palabras, de discriminación auditiva, de motricidad buco- facial) tendrán una marcada influencia en la aparición y la correcta conformación del lenguaje oral, y posteriormente del lenguaje escrito.
Desarrollo Emocional: Ningún bebé puede desarrollarse sin el trato amoroso, ni las atenciones de sus padres o representantes. Durante los primeros años, la estimulación emocional tendrá grandes repercusiones en el desarrollo intrapersonal e interpersonal. Y es que cuando un niño tiene experiencias emocionales saludables genera la confianza suficiente para crecer sin miedos, explorar el mundo, y hacerse independiente. La proximidad cuerpo a cuerpo, las caricias, las expresiones gentiles, el contacto visual, las sonrisas, los gestos, en fin, la estimulación temprana fortalecerá el sentido de sí mismo (identidad) que comienza a formarse el bebé.
Desarrollo Social: La integración social depende en gran medida de la salud física, mental y emocional del niño. Se sabe que la calidad del ambiente familiar y la acumulación de experiencias saludables jugarán un papel importante en la manera en que el pequeño se conecte a su entorno. De modo que, el niño afrontará las nuevas experiencias sociales a partir del modelado y del aprendizaje social que ha recibido en casa. Esto significa que la estimulación temprana resulta esencial para ayudar a los infantes a adaptarse a los cambios de experimentará en su vida, integrarse al colegio, hacer amigos, compartir. Como los pequeños aún están proceso de aprender cómo ser sociables y cómo regular sus comportamientos, las actividades de estimulación resultan de gran utilidad.
Con este método de estimulación se trata de activar y entrenar sistemáticamente las funciones cognitivas del niño. Partiendo de que la arquitectura cerebral no depende únicamente de los factores genéticos, la estimulación cognitiva, pretende desarrollar y optimizar las capacidades mentales por medio de ejercicios de: atención, memoria, percepción, resolución de conflictos, razonamiento, lectoescritura, juicio crítico, entre otros. El entrenamiento como tal, sugiere rutinas constantes y repetitivas que contribuyen al mejoramiento de las capacidades, destrezas y habilidades del menor. Entre las técnicas para este tipo de entrenamiento se encuentran:
Incitación: Los padres o cuidadores primarios pueden realizar alguna acción específica (un comentario, un gesto) que estimule al menor a comportarse de un modo determinado. En otras palabras, el progenitor incita al pequeño a movilizarse, actuar, a responder ante su acto provocador.
Reforzando los logros: La mayoría de infantes repetirá las acciones o comportamientos que les generen una recompensa, o una gratificación. De este modo, los padres que apliquen esta técnica deberán “premiar” la adecuada ejecución de las actividades “cognitivas” asignadas a sus hijos. En este caso, el progenitor pautará ejercicios, juegos o tareas que contribuyan a mejorar la memoria, la percepción, la conceptualización, o la concentración del niño. Psicólogos, pedagogos y educadores se ponen de acuerdo en que los reforzamientos positivos más adecuados en la infancia temprana son: el reconocimiento del logro, los gestos amistosos, el elogio, la sonrisa, y ocasionalmente, se puede regalar algo material.
Modelando al pequeño: Este método consiste en que el progenitor servirá de modelo para que el niño aprenda nuevas conductas y fortalezca su desarrollo cognitivo. Por ejemplo, a la hora de comer, el representante se coloca en frente del menor y le enseña lentamente los movimientos y las secuencias que debe realizar, esto buscando la imitación y el aprendizaje de dicho comportamiento.
Consiste en un conjunto de estrategias de estimulación temprana orientadas a mejorar las capacidades, habilidades y el rendimiento de los niños. Este método basado en el Abecedarian comprende cuatro áreas de trabajo:
Juegos, diversión y aprendizaje: Durante toda la vida, el juego es una fuente de entretenimiento, placer y aprendizaje. Los expertos han demostrado que la experiencia lúdica es indispensable para el desarrollo íntegro del bebé. En este sentido, el infante puede jugar sólo, (imaginar, proyectar, jugar con su cuerpo), puede jugar con sus compañeros, con sus cuidadores, o con sus padres. Promover el juego en la vida del pequeño es favorecer su autonomía, sus capacidades cognitivas, y sus habilidades de integración. Un juego correctamente elegido puede servir para presentar un tema nuevo o complejo, ayudar a entender procesos ya adquiridos, y, consolidar ciertos conocimientos. En líneas generales se puede afirmar que el juego contribuye a: el aprendizaje, la exploración, la socialización, la reflexión, el desarrollo de la imaginación, la maduración de ideas, la descarga de emociones, la desinhibición, la psicomotricidad (movimientos, coordinación, orientación espacio-temporal).
Entre los juegos educativos que más estimulan el desarrollo integral se encuentran: a) Juegos de atención y lógica. Se trata de juegos orientados a agilizar la memoria, la creatividad y las capacidades de concentración del menor; b) Matemática recreativa: Son juegos que promueven los razonamientos matemáticos de manera entretenida, ayudan a alcanzar importantes destrezas en el pensamiento, el cálculo, y en las operaciones numéricas; c) Juegos de conocimiento: Son juegos de preguntas y respuestas que tiene la finalidad de reforzar conocimientos previos y obtener nuevos saberes sobre contenidos específicos, d) Juegos de palabras: Son actividades prácticas que fortalecen el lenguaje receptivo (la capacidad de oyente), o el lenguaje expresivo (el nivel de expresión oral) del pequeño. Se puede trabajar con trabalenguas, adivinanzas, repasos ortográficos, bingo de palabras, crucigramas infantiles; d) Juegos al aire libre: Son ejercicios orientados al desarrollo motor, físico y social del niño.
Lecturas conversacionales: Se sabe que una de las mejores maneras de enseñar es por medio del ejemplo, razón por la cual, es relevante que los niños vean que sus padres disfrutan del hábito de leer. De acuerdo al método Abecedarian, una forma de estimular a los pequeños es compartir lecturas diarias y conversar acerca de la intención y el significado de los textos. Dicho hábito se debe promover desde la infancia, teniendo en consideración que ayuda al menor a comprender el mundo, a adquirir nuevos conocimientos, a ampliar su vocabulario, entre otros. Evidentemente, los padres deben establecer una rutina y emplear libros apropiados a la edad del niño. La lectura conversacional se fundamenta en el concepto de atención conjunta, que consiste en la habilidad de compartir un criterio, enfoque o interés sobre un tema determinado. Este tipo de lectura estimula el desarrollo cognitivo, el mejoramiento de habilidades sociales (vinculación, empatía), y la interacción humana.
Priorización del lenguaje: Siendo el lenguaje el principal medio de comunicación del ser humano, resulta indispensable que los padres enfaticen sobre la estimulación temprana del mismo. Incluso durante el embarazo, la madre debe hablarle cariñosamente al feto para reforzar sus vínculos afectivos y familiarizarlo con el lenguaje.
Este tipo de aprendizaje surge inicialmente por imitación, ya que los infantes reproducirán los sonidos que perciben a su alrededor. De allí que, se recomiende hablar constantemente con el bebé (con pausas y inflexiones en la voz), usar palabras cortas y simples (se pueden emplear diminutivos), cuidar la pronunciación y la entonación, estimular los órganos que intervienen en el proceso de fonación (por medio de actividades como: succión, soplo, masticación), enseñar canciones, entre otros. Muchos programas de estimulación temprana contemplan que el aprendizaje del lenguaje es una de las grandes prioridades para el desarrollo integral del menor. Una vez escolarizado, la responsabilidad de la formación recae tanto en los cuidadores primarios, como en los docentes. Conforme el niño crece las actividades de estimulación se deben ajustar y presentar mayores exigencias.
Cuidado enriquecido: El desarrollo de un ser humano empieza antes del alumbramiento y dura toda la vida. Debido a que la infancia temprana (De cero a tres años) está caracterizada por la vulnerabilidad y la indefensión, los adultos son los responsables del crecimiento y del cuidado integral del menor. En otras palabras, los niños necesitan de sus padres o representantes para aprender, adaptarse, potenciar y desplegar todas sus capacidades y posibilidades. Se estima, y con razón científica, que los progenitores no sólo deben preocuparse por las necesidades básicas, sino que deben comprometerse además a estimular y reforzar las preferencias e intereses que manifieste el pequeño, respetando su identidad y sus deseos personales. Para alcanzar el desarrollo pleno de sus hijos, los padres deben: a) Proveer un ambiente seguro y saludable; b) Prestar apoyo a las necesidades psicosociales; c) Velar por la alimentación y la nutrición adecuada; d) Cuidar la salud mental, física y emocional (evitar estrés infantil, desamor); e) Brindar educación y conocimientos, f) Impartir creencias y valores pro-sociales, g) Promover la autonomía del pequeño.
La adquisición del lenguaje resulta indispensable para el desarrollo cognitivo, intelectual y social. El habla pone al niño en contacto con su realidad inmediata, le permite exteriorizar ideas, intercambiar conocimientos, e incide además en la memoria, en los pensamientos y en los procesos de abstracción. Los agentes de socialización más relevantes para un infante son: sus padres, familiares, amigos, vecinos, centros de educación, compañeros de clase, y los medios de comunicación social. Estudios psicológicos afirman que el lenguaje y el juego producen grandes resultados, entre las opciones más recomendadas se encuentran:
Sonidos Espontáneos: El juego consiste en escuchar atentamente diferentes sonidos e identificarlos. Para esto, es necesario que el ambiente se encuentre en completo silencio. Una vez que el niño está relajado y atento, el padre o el terapeuta encargado de la estimulación temprana puede producir sonidos, o utilizar grabaciones (efectos auditivos) con el propósito de que el menor reconozca cada elemento que escucha. Esta práctica contribuye a desarrollar la percepción auditiva, la cual es de gran relevancia para el desarrollo del habla.
La Fuerza del Soplo: Para que un niño hable adecuadamente es esencial que controle su respiración, de lo contrario, se fatigará muy rápido, tendrá problemas de concentración, su voz será temblorosa, probablemente omita fonemas, e incluso tartamudee. Entre los ejercicios de soplo más eficaces y divertidos están: inflar globos, soplar velas (controladamente) sin apagar la llama, soplar para hacer burbujas con agua jabonosa. Los padres también pueden colocar papelitos cortados sobre una mesa e incentivar a su hijo a que los sople de un punto específico hasta otro.
Jugando con Onomatopeyas: La actividad consiste en reproducir los sonidos que se están escuchando. Es una especie de imitación lingüística para entrenar los mecanismos relacionados al proceso de comunicación.
Asociar Cualidades a Objetos: El cuidador le solicitará al niño que escoja libremente un objeto. Una vez que lo haya seleccionado, el adulto le pedirá que lo conceptualice y que describa sus cualidades. En este caso, las preguntas son elementos claves debido a que mantendrán el interés y la atención del pequeño.
Cuenta cuentos: Para este juego se le pide al niño que narre una historia real o ficticia, dependiendo de su edad. Mientras el menor hace su relato el adulto o el especialista encargado de la estimulación temprana evalúa aspectos importantes del lenguaje oral, tales como: el ritmo, el vocabulario, la entonación, la dicción, y el nivel de expresividad. Una vez culminada la historia, el cuidador reconoce el esfuerzo y da una retroalimentación de los aspectos que deben ser mejorados, siempre con un trato amoroso y un espíritu motivacional.
Completar frases: En este ejercicio se estimulan tanto aspectos cognitivos, como del lenguaje. La idea es que el niño complemente las frases indicadas por el adulto. Por ejemplo, la madre dice: “Cuando llueve debo usar…”, “Luis es niño, Carla es…”, “Si tuviera dinero en mi bolsillo, yo compraría…”, “Para hacer ejercicios debo usar…”.
Durante los primeros seis meses:
Hasta el primer año de edad:
Del primer al segundo año de edad:
Del segundo al tercer año de edad:
Psicólogos y terapeutas de Bogotá expertos en estimulación temprana